Réplica a la Nota de Opinión de Carlin y Pierini


Opinión         Miércoles, 6/10/2010

TRIBUNA: JOHN CARLIN Y CARLOS PIERINI
Maradona como metáfora argentina

¿Hay alguna relación entre el futbolista y el peronismo? Sí, cuando se eligen entrenadores, presidentes o sistemas de características populistas, autoritarias y con pocos pies sobre la tierra, el resultado es el fracaso.


Trataré de interpretar los fundamentos de esta “opinión” compartida entre John Carlin -periodista inglés que vivió su infancia en la Embajada británica en Argentina y volvió entre 1978 y 1981 para trabajar en el “Buenos Aires Herald” mientras daba clases de inglés a psicoanalistas- y Carlos Pierini -psiquiatra porteño especializado en drogadicción y columnista de la revista “Fundaih”-.

Ya en el copete, los autores contestan el interrogante “planteado”, pero esa conclusión previa al desarrollo, ¿no exhibe algo de prejuicio o, al menos, no manifiesta un desmedido afán expositivo que supera a la función de aportar al debate? ¿Una Columna de Opinión es un espacio apto para estimular las ajenas, para dar la propia, para reflejar la colectiva o para intentar formar al criterio colectivo?

Para no arrebatar respuestas,  seguiré acotando párrafo a párrafo al correr de la lectura. Se recomienda leerla o releerla desde el enlace del Diario "El País".


Reviendo la situación argentina hace 100 años, resulta apropiado recurrir a los datos del Tercer Censo Nacional efectuado en 1914 y anteriores:

Capital Federal:
1,1 millones de habitantes. La cuarta parte, analfabetos o semianalfabetos y sólo 300 mil argentinos.

Nación:
Entre 1869 y 1914 se registraron las siguientes tasas de crecimiento:
Población Urbana: 76%
Población: 330%
Industrias: 109%
Personal ocupado: 145%
Importaciones: 1100%
Exportaciones: 1400%

Es decir, aún aumentando, las industrias representaron apenas la tercera parte del crecimiento poblacional relativo y la ocupación, menos que la mitad. En tanto, la migración interna campo-ciudad, la persistente persecución a gauchos y pueblos originarios y el predominante asentamiento de inmigrantes en las capitales, poblaban las urbes contrayendo la población rural relativa del 67% al 42% del total.

El 28% de los establecimientos industriales se ubicaba en la Provincia de Buenos Aires y el 33% en la Capital Federal, quedando menos del 40% del total en el resto del país. Mayormente, industrias de manufactura de materias primas para el mercado internacional y para abastecer de ciertos bienes de consumo de base al mercado interno, destacándose en número las industrias alimentarias y del vestido, subordinadas a la arrolladora racionalidad económica del modelo agroexportador y la consecuente expansión del mercado interno.

Según Guido Di Tella: “el estallido de la primera guerra mundial, sumado a la existencia de una infraestructura básica adecuada, creaba en 1914 las condiciones necesarias para el crecimiento industrial. Sin embargo, entre 1914 y 1933 dicho crecimiento no se habría producido, lo que llevó a denominar "la gran demora” a ese período.
Para Aldo Ferrer: los pocos privilegiados por el régimen de tenencia de la tierra "constituyeron uno de los obstáculos básicos al desarrollo nacional” impidiendo la implementación de una política adecuada de promoción industrial  e, incluso la expansión de la producción agropecuaria habría tenido lugar a pesar de dicha minoría. El desarrollo industrial habría comenzado tras la crisis de 1930, iniciándose la primera fase del proceso de sustitución de importaciones.
Estas afirmaciones parecen querer señalar que determinados sectores (industrias "pesadas" por ejemplo) no habían progresado suficientemente. Al mismo tiempo, el desarrollo de industrias relacionadas directa o indirectamente con las actividades agropecuarias suele ser menospreciado, porque no garantiza niveles adecuados de autarquía y porque está influida por las oscilaciones del comercio exterior.

Otra apostilla del modelo: De más de 2000 habitantes en 1667, la Reducción de los Quilmes estaba extinta en 1914, para el Centenario de la Patria.

A estas características, los autores de la Nota de Opinión le llaman “el granero del mundo”.


La aberración, para el dueto Carlin-Pierini, consiste en que la Argentina ha dejado de ser “el granero del mundo” porque “a lo largo de más de medio siglo juntas militares han alternado el poder con gobiernos populistas, corruptos e incompetentes…” En definitiva, queda claro que a las Dictaduras no las califican y eso trasluce cierta parcialidad en el pretendido análisis. De los períodos democráticos no se hace distinción como si hubiesen sido semejantes Perón y De la Rúa o Frondizi y Alfonsín o Illia y Kirchner, exhibiendo una llamativa confusión confundidora como si se concordara con el discurso de los nuevos empresarios locales que trocan en funcionarios pregonando la anti-política mediante el desánimo de la gente. Hasta pareciera una maniobra orquestada.
Y, para apuntalar la crítica, arman conceptos sobre otros países de Latinoamérica sin fundamentar ni dos renglones: todo basado en criterios subjetivos que asumen como sentido común. No encuentran Justicia Social en la redistribución de riquezas, ni en las Jubilaciones y Pensiones universales ni en las Asignaciones Universales por Hijo ni en los planes de trabajo individuales y cooperativos ni en el estímulo a las PyMEs ni en la beneficiosa renegociación de deudas ni en los programas conectar-un alumno una netbook-abuelos-etc.
Tal vez, la Justicia Social para cierta gente, sea no tocar intereses de los poderosos y dejar todo como esté. La justicia es un concepto demasiado abstracto y cada quien lo asume y manipula como puede. Falta, claro que falta, pero este camino tiene luces en el horizonte y es tarea de todos y cada uno no dejarnos robar la alegría ni que el humo nos nuble la visión.
Que Carlin sea anagrama de "Clarín" es otra cuestión.


Que esta pareja de hipoiodistas (neologismo adoptado como diminutivo de periodista) -para contestarse cuál es el problema que ellos ven como tal- persista parangonando a un/a Presidente/a electo/a por los ciudadanos con un Director Técnico designado por un cuerpo de dirigentes de fútbol, no merece más que tomarlo con humor.
Ni vale hacer hincapié en lo trascendente y determinante de una función y lo trivial de la otra. En definitiva, el fútbol es un deporte, es un “juego” profesionalizado, pero juego al fin.


Si, como dicen, “la fama justificada no da derechos ni conocimientos para opinar con absoluta certeza acerca de casi todo y al mismo tiempo desautorizar a todo aquel que no esté de acuerdo”: ¿Qué condición les da derechos al periodista y al médico para opinar de fútbol y de sistemas de gobierno? Y que un pretendido profesional de la salud, firme que quien sea “se ha chupado todo, desde alcohol  hasta cocaína” y se autojustifique diciendo que no lo acusa ni maltrata, considero que amerita, como mínimo, una entrevista en la APA y en los Tribunales de Disciplina de los Consejos de Salud Mental para rendir cuentas por “mala praxis”.


Empecé a leer el artículo luego de escucharlo parcialmente en un programa de radio y notar que los comentarios de sus oyentes se dispersaban como en toda sociedad plural y diversa. Muchos se ofendieron y lo tomaron como una diatriba personal, otros argumentaron refutando párrafos y unos pocos lo aprobaron sin disimular su hostilidad ni su condición sociocultural. Entonces, conversé con mucha gente y no me quedaron dudas: cada vez que chequeo temas polémicos y observo quienes están a un lado y al otro, reafirmo el convencimiento de que debo estar del lado del modelo por cuestiones personales, familiares, comunitarias, nacionales, continentales, ideológicas, socioeconómicas y culturales.


En el copete se repitió la llamativa proposición: “con pocos pies sobre la tierra”. ¿Acaso podemos tener más de dos? ¿O el periodista británico que a los 9 años “era un completo niño argentino que hablaba un perfecto inglés pero con un caricaturesco acento hispano”, alude a la posibilidad de tener dos pies y dos rodillas en tierra? ¿El psiquiatra argentino se refiere a los pies del Yo, el Ello y el Súper-yo?

Sobre la tergiversación de la realidad -tan pomposamente adjetivada- hilada en un derroche de recursos de impacto literario con la supuesta impostación de la certificación de Maradona como entrenador y el descalabro que le endilgan, no hace más que exhibir la ilimitada intencionalidad socavadora de los firmantes del artículo. No deseo hacer críticas deportivas pero un 5º Puesto por fixture y 4º por puntos en un Mundial de Fútbol ¿es un descalabro?
 Ahora sí me respondo: No, no lo es, como tampoco es veraz que durante estos siete años la tipología del modelo sea la descripta nuevamente exacerbando calificativos. Patética por inverosímil es la afirmación de que no se critican a CFK y a NK como también es falso que no se podía sentenciar a Perón y a Evita. No sólo se suceden descabellados juicios de valor e intentos de desestabilización desde ciertos sectores del establishment, sino que tal como en 1951 glorificaban al cáncer, el mes pasado levantaban loas a la carótida: periodistas y representantes de entidades rurales pronosticando la caída del gobierno, Jefes de Gobierno amenazando con tirar a ex Presidentes por la ventana, líderes de agrupaciones opositoras incitando a asesinar autoridades y pronosticando muertes y enfrentamientos en las celebraciones populares, corporaciones mediáticas manipulando el 80% de la información en el territorio nacional y usando los más espurios métodos para debilitar la gestión y disfrazar la realidad.
Que un extranjero diga que el pueblo fantasea con estar protegido por los dioses y que cae en una triste y ridícula realidad hasta podría ser admisible, pero que lo suscriba un argentino profesional del psicoanálisis sólo me invita a averiguar en qué lugares atiende para evitar recomendarlo. Tal vez atiende a Naranjota Carrió y le ha transferido el delirio místico.


Que Carlin hable del fracaso mundialista de la gestión y de sociedad cerrada y convicciones inamovibles me incita a leer lo que ha escrito sobre la flemáticamente conservadora Inglaterra y la inflamadamente monárquica España, sumidas en la crisis más fuerte de los últimos dos siglos en que las otrora potencias mundiales se redujeron a un archipiélago y media península sin gravitación sobre el resto de las naciones.
Comparar al peronismo del FPV conducido por Néstor Kirchner y Cristina Fernández con el de Menem y Cavallo descubre ignorancia o animosidad especuladora y a las pruebas me remito: diferentes resultados implica que no repetimos “lo mismo” (entrecomillo la redundancia de la cita del Físico mal formulada o mal traducida por el dúo articulista).
Ya que comento lo de Einstein, cuelo nuevamente la condición de D10S como entrenador: Don Alberto apenas tenía certificaciones de Secundaria en la Escuela Politécnica de Zurich y, sin embargo,  fue el mayor científico del siglo pasado que -además de enunciar y demostrar innúmeros principios y leyes físico-químicas que aún no pueden rebatirse- llevó adelante cátedras en Universidades e Institutos de fama mundial. Con este criterio, siendo innegable que Maradona fue el mejor jugador del mundo, al menos de la era de la información: ¿es necesario revalidarse con un título de DT?


Si el pensamiento mágico lleva a la equidad y la aceptación de las diversidades, prefiero el pensamiento mágico que el pensamiento positivo carliniano sobre el que las alturas y diagonales de la bandera británica se tocan pero no se cruzan ni se intersectarán.
Si el pensamiento mágico lleva a ser protagonista del destino de la Nación y del subcontinente, prefiero el pensamiento mágico que el pensamiento material carliniano sobre el que oprimen  los cuatro reinos seccionados en la bandera española y se descentra el escudo del Rey Borbón que se filió extrañamente para la herencia de la corona con Franco.
Si el pensamiento mágico lleva a cambiar los paradigmas y la postura frente al mundo y junto a él, prefiero el pensamiento mágico que el pensamiento concreto carliniano sobre el cual jamás se recuperará el lila de la bandera republicana española desteñida por siempre.


¿Desde qué postura fue escrita dicha Nota de Opinión?

John Carlin, ciudadano del mundo, ¿escribió como español y pretendió emular fallidamente a su compatriota Ortega y Gasset al criticar a la “argentinidad”?, ¿escribió como inglés descendiente de los piratas y filibusteros que saqueaban a los corsarios españoles saqueadores de las riquezas americanas?, ¿escribió como el novel columnista del “Buenos Aires Herald” durante los feroces años de la Dictadura?,  ¿escribió como el niño argentino de 9 años hijo del Embajador en Buenos Aires a quien la memoria le trae los tristes recuerdos de los pibes jugando un picadito con la redonda Sportlandia mientras él no la veía ni cuadrada?, ¿o escribió como un hooligan ofendido por el gol de la “mano de Dios” y humillado por el posterior golazo inolvidable del “barrilete cósmico” al ritmo del Réquiem para la selección inglesa?

Carlos Pierini, ciudadano de Buenos Aires que aportó a la nota sus pintorescos enfoques tan “psis”, ¿escribió como…? Lo lamento, no me alcanzan las estrategias ni el ánimo ni el estímulo para cuestionar los eventuales motivos del enfoque del  psiquiatra especialista en adicciones.

Adán De Ucea
7 de octubre del 2010 


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